El ministro ecuatoriano de Ambiente : “París no es punto final, es el inicio de un nuevo proceso”

03 diciembre, 2015
Fuente: EFEVerde
El ministro del Ambiente de Ecuador cree que “París no es el punto final”, sino “el inicio de un proceso nuevo”.
El ministro del Ambiente de Ecuador, Daniel Ortega, cree imprescindible que el acuerdo que se logre sobre cambio climático sea jurídicamente vinculante y vaya acompañado de un claro programa de financiación para frenar el calentamiento global, aunque «París no es el punto final», sino «el inicio de un proceso nuevo».
“Para nosotros es imprescindible que sea un acuerdo jurídicamente vinculante” y “con recursos económicos de por medio o, por lo menos, claridad de cuándo van a venir. No podemos pensar que en cinco años vamos a venir a plantear nuevos objetivos de desarrollo sin que se haya entregado un solo centavo”, dijo hoy Ortega en una entrevista a Efe en París, donde se celebra la cumbre del clima COP21.
En esta cita, se negocia un pacto para limitar a 2 grados centígrados el aumento de la temperatura en 2100 respecto de los valores preindustriales.
Ecuador acude a París con tres propuestas claras: un tratado internacional entre Estados sobre empresas trasnacionales y derechos humanos, una declaración universal de derechos de la naturaleza y una corte internacional de justicia medioambiental.
“No los planteamos porque queramos salir de París con ellas, sino porque sabemos que París no es el punto final de este camino, es el inicio de un proceso nuevo”, señaló Ortega.
Ecuador, que ostenta la presidencia pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), quiere colocar en la agenda esos “elementos estructurales” de una “nueva arquitectura de lo que tiene que ser nuestro diálogo por la paz y por la armonía”.
Se trata de una agenda de “aspiraciones superiores” que, aunque complicadas, no son imposibles, agregó el ministro.
“Esa corte de justicia, además, permite a cada Estado entrar en cada discusión en igualdad de condiciones. Si no tienes un marco jurídico, siempre la ley del más fuerte va a prevalecer”, indicó Ortega, para quien la falta de “un marco real de aplicación” explica en parte “la desaceleración que han alcanzado muchas economías”.
Precisó que la jurisdicción de ese tribunal debería alcanzar no solo a Estados, sino también a las trasnacionales “que son responsables de la contaminación mundial”.
“Chevron tiene un 3,5 % de las emisiones históricas globales, cuando Ecuador al año pone 0,01 %, te das cuenta de que (…) hay grupos de poder económico global responsables de reducir sus emisiones, independientemente de su jurisdicción”, dijo en referencia al contencioso de Quito con ese grupo petrolero de Estados Unidos.
Ecuador no cree que tenga que ser el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas quien se ocupe de los atentados medioambientales, como ha propuesto Francia, porque la discusión quedaría en manos de “un puñado de países que tiene derecho a veto, cuando lo normal debería ser llevarlo a una corte amplia”.
“Ponemos opciones sobre la mesa, que el resto de países no lo hacen”, subrayó.
Ortega se refirió también al proyecto Yasuní-ITT, con el que el presidente de Ecuador, Rafael Correa, pretendía salvaguardar las reservas petroleras de la Amazonía a cambio de una compensación económica internacional.
“Pedíamos solo el 50 %, es decir, 3.500 millones de dólares”, mientras que Ecuador ha invertido “casi 8.000 millones de dólares” para “alcanzar un 96 % de energía renovable en la matriz” económica del país, dijo Ortega.
Subrayó que el Gobierno tuvo la propuesta encima de la mesa toda una legislatura y que, si bien Ecuador explota ahora esas reservas, su espíritu “sigue vivo” y ha inspirado una línea de trabajo en las negociaciones sobre políticas medioambientales internacionales.
“Ecuador no tendría que explotar ninguna reserva petrolera si el mundo desarrollado no demandara petróleo. Pero si el mundo demanda petróleo, tiene que haber proveedores. Y los recursos están de nuestro lado”, resumió.
En ese sentido, reivindicó un cambio en la cultura productiva de los habitantes del planeta, que es más difícil de alcanzar que los acuerdos estatales.
“Es el ciudadano el que manda, el que tiene el poder del cambio. La conciencia en el consumo va a obligar a un cambio en la conciencia en la producción. El acuerdo de París lo único que no nos puede robar es la esperanza”, concluyó Ortega.